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05/07/2018

Economía Colaborativa, ¿futuro o lobo con piel de cordero?

Seguro que más de una vez has oído hablar de la llamada Economía colaborativa, ¿Verdad? Queremos arrojar un poco de luz sobre este nuevo sistema económico que prometía revolucionar el mundo, y que últimamente está envuelto en una neblina de controversia. Parece que no es oro todo lo que reluce.

Sí atendemos a la definición que propone Wikipedia, la economía colaborativa es; “Un sistema económico en el que se comparten e intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales.” Esta alternativa de regresar a los orígenes del “trueque”, donde personas intercambian bienes y servicios ‘infrautilizados’ o en desuso entre sí sin necesidad de intermediarios, sonaba cuanto menos halagüeña, ya que parecía, iba a convertirse en un caballo de batalla contra el en muchas ocasiones, exacerbado capitalismo actual.

La idea de alquilar habitaciones desaprovechadas durante horas a viajeros, gente con tiempo libre y coche facilitando el desplazamiento a otras personas, intercambio de prendas en desuso, etc. Todo ello promovido por la tecnología, la cual eliminaba barreras y ‘sacaba’ de la ecuación a las grandes empresas. Esta “democratización” parecía una utopía.

Palabra share formada con letras

LA REALIDAD ACTUAL

Como acabamos de comentar, lo que comenzó como un simple ‘intercambio de favores’, hoy se ha convertido en la nueva “gallina de los huevos de oro”. Y es que, este nuevo sistema económico tiene un potencial de económico fuera de toda duda. PwC estima que estima que 5 de los sectores más representativos de la economía colaborativa podrían generar aproximadamente 286.000 millones de euros en 2025. La revista Forbes, señala que actualmente los participantes de este sistema se embolsan alrededor de 2.600 millones de euros.

La idea original de ‘compartir persona a persona’, ha pasado a generar jóvenes empresas valoradas en millones de euros sustentadas en inversores multimillonarios, de confusa fiscalidad y que desafían las leyes laborales, precarizando con demasiada frecuencia los empleos (Un claro ejemplo han sido los sonados problemas de Deliveroo con sus empleados, el cual está basado en repartidores autónomos y no asalariados. Motivo por el cual ha sido recientemente expedientada por la Inspección de Trabajo.)

Esta capitalización contra la que en principio combatía, no es el único inconveniente del sistema, ya que, también han supuesto un fuerte impacto para la vida de muchos trabajadores y usuarios. Claro ejemplo de esto han sido los casos del enfrentamiento entre Uber (aplicación que pone en contacto conductores y pasajeros) y el mundo del taxi, o el creciente problema del bautizado como ‘efecto Airbnb (oferta de alojamientos para particulares)’, donde estos alquileres a corto plazo provocan una importante subida del precio de los inmuebles. Estas fricciones no solo se producen en el ámbito monetario, un ejemplo muy simple es que puede vivir cualquier vecino de piso ofertado en Airbnb expuesto continuamente a las entradas y salidas de nuevos inquilinos.

Por el contrario, la parte positiva es ‘más visible’, ya que la gran mayoría de servicios colaborativos suelen ser alternativas mucho más baratas que las ‘usuales’, y como en el punto anterior, no todo se reduce al dinero. Un ejemplo de ventaja asociada a estos nuevos servicios es su adaptabilidad. Cualquier usuario habitual de BlaBlaCar habrá podido ‘prescindir’ del itinerario al que está sujeto el transporte público.

En un ámbito más general, podemos decir que la economía colaborativa no deja de crecer, generando consigo un continuo crecimiento de nuevos empleos y formas de trabajo, además de un mejor aprovechamiento de los recursos. Sin olvidar la mayor oferta de alternativas para los usuarios.

CONCLUSIÓN

Como casi todo, la economía colaborativa no es ni negra ni blanca. Viene definida por una amplia escala de grises, donde las opiniones son dispares. Lo que para unos es muy positivo, para otros es radicalmente opuesto.

La mejor conclusión que podemos sacar es, que la economía colaborativa nos puede facilitar mucho la vida, además de una mejora en la calidad de la misma, pero hay que identificar lo que realmente es economía colaborativa, y lo que no. Muchas de estas grandes empresas que empezaron siendo colaborativas se han convertido en todo lo contrario, y actualmente se benefician de esta ‘etiqueta’ obteniendo ingentes beneficios económicos, afectando por el camino a otros mercados tradicionales. Lo cual es totalmente opuesto a la idea primigenia de la economía colaborativa.

Este hecho reseña lo que cada vez resulta más evidente. Es necesaria una nueva regulación más específica para estos servicios, que evite la precarización laboral y permita una coexistencia entre los servicios más tradicionales y los colaborativos. Sin embargo, la regularización corre el riesgo de anular el espíritu colaborativo y dinámico de estas iniciativas.

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